martes, 28 de febrero de 2012

Capítulo I: Hiperespaciales.

En el espacio helado de aterradoras proporciones, entre el conjunto formidable de estrellas y de soles, en medio del vacío negro y opaco, la minúscula cápsula elíptica, erizada de antenas, parecía una mota de polvo en suspensión en las tinieblas. 
Era una cápsula de paredes extremadamente resistentes, al frío de cero absoluto, los ácidos corrosivos y la nociva radiactividad, sin hablar de los meteoritos. En resumen, una cárcel pequeña, exigua, capaz tan sólo para tres personas, sin la menor comodidad.
Pero, ¡qué importancia tenía la comodidad en una expedición científica, en un verdadero test biológico! Ligados y atados sobre sus literas, apilados como sardinas en lata, las tres "cobayas" se contentaban con anotar, observar y estudiar pasivamente.
La cápsula, aparentemente inmóvil y como suspendida de un hilo invisible, daba, sin embargo, una impresión de inseguridad, a pesar de lo cual no se leía ninguna inquietud en los rostros de aquellos tres sabios. Ni la menor ansiedad. Una admirable sangre fría, una confianza absoluta.
Eran tres: dos hombres y una mujer, revestidos los tres con un mono igual, amarillento, de una aleación flexible y casi indestructible, que se pegaba al cuerpo y no entorpecía los movimientos. 
Numerosos cuadros de control, colocados encima de su cabeza, al alcance de sus brazos, a los lados e incluso detrás de ellos, les ponían en relación con el mundo exterior, un mundo inhumano, francamente inhóspito.
Ralph, el más joven de los hombres, volvió la cabeza hacia la muchacha. Este movimiento y el de los brazos eran los únicos gestos que podían realizar, ya que el resto de su cuerpo estaba inmovilizado por una fuerza magnética.
-¿Cómo va éso, Mercy?
-Muy bien. Y tú Manny, ¿cómo lo llevas?
-Me encuentro perfectamente. Hemos soportado bien el paso a la cuarta dimensión.
Manny era mayor que Ralph, y algunas arrugas surcaban ya su rostro, pero seguía siendo extremadamente dinámico. Alargó la mano para manipular un pulsador, y una pantalla se iluminó. 
-¿Veis estas zonas luminosas, fugitivas, sobre la oscuridad del vacío? Son galaxias y nebulosas.
-Podríamos anotar su posición, Manny- Decidió Ralph.
-Como queráis. Pero en el fondo no tiene gran importancia. 
Unas máquinas electrónicas efectuaron unos cálculos laboriosos y delicados; luego, la respuesta quedó grabada sobre una cinta magnética.
-Hemisferio boreal- Leyó Mercy-. Coordenadas RS 859 Z de Dubazai y KP 268 W de Procyon. Parábola 96 N.
-¡Perfecto!- Exclamó Ralph cuando supo estos resultados-. ¡Qué salto hemos dado en el espacio desde que salimos de la Tierra!
-Gracias a la cuarta dimensión, no lo olvidéis- subrayó Manny-. Nuestra cápsula, después de haber alcanzado la velocidad de la luz ha penetrado en el hiperespacio, y desde este momento tanto el tiempo como la distancia han sido abolidos.
-¡Es maravilloso!- se extasió Mercy-. Sin este magnífico descubrimiento las lejanas galaxias seguirían siendo inaccesibles, porque incluso a la velocidad límite de trescientos mil kilómetros por segundo ya se necesitaban cuatro o cinco años para alcanzar la estrella más cercana a la Tierra.
Durante unos momentos evocaron el entusiasmo suscitado por el descubrimiento de los viajes hiperespaciales, descubrimiento prodigioso que sólo precisaba ser mejorado... o perfeccionado.
Ralph, Manny y Mercy pertenecían al grupo "O", esto es, a la categoría de sabios que habían recibido una sólida formación general en todas las ramas de la ciencia. Se les llamaba los omnisabs a causa de sus amplios conocimientos en todos los dominios cientígicos. También existía el grupo "E", especializados en diversos géneros precisos, el especialista que en toda época ha existido. Pero con la evolución de la técnica, la máquina o el cerebro electrónica habían relegado a los especialistas a segundo término, y los estudios científicos se "generalizaban", lo cual permitía una mejor adaptación, un mejor empleo y un mejor rendimiento de los hombres de ciencia.
-Manny- preguntó la muchacha-, ¿crees que permaneceremos mucho tiempo en el vacío?
-Éso depende exclusivamente de nosotros. Ya sabéis que el hecho de franquear la cuarta dimensión suprime cualquier relación material. La contracción del tiempo y nuestro alejamiento no nos permiten ningún contacto con la Tierra, así que estamos aislados, y no dependemos más que de nosotros mismos. Cuando hayamos terminado nuestro trabajo regresaremos a nuestro planeta. De momento, debemos recoger la máxima información sobre los fenómenos biológicos, bioquímicos y psicobiológicos que se producen con nuestro paso al hiperespacio.
-Unos tests, en resumen- Añadió Ralph con sorna.
-Exactamente, unos tests. Unos tests, más sobre nosotros mismos, que sobre el espacio que nos rodea, y en el fondo no ofrece gran interés para nosotros. Lo importante no es llegar a Dubazai o a Procyon; dejaremos esta hazaña para otros. Nosotros no hacemos más que preparar los viajes futuros. Ésta es la diferencia.
-Es una lástima.-Murmuró Mercy- No me hubiera disgustado poder visitar Dubazai...
Cuando acabó de hablar atrajo hacia sí un tubo de plástico transparente y aspiró varias veces. Un líquido ambarino, que era el único alimento de los pasajeros de la cápsula, se deslizó por el tubo. Era algo extremadamente nutritivo.
Ralph y Manny imitaron a su compañera, inmediatamente se sintieron más animados y reanudaron sus observaciones.
Sus monos estaban puntuados por múltiples electrodos, que registraban automáticamente sus pulsaciones cardíacas, su ritmo respiratorio, sus secreciones glandulares... Las cintas magnéticas no serían descifradas hasta que regresaran a la Tierra.
-¿Creéis que nuestros organismos no habrán padecido al pasar la cuarta dimensión?- Insinuó Ralph, con voz que dejaba traslucir una ligera inquietud.
-Me extraña que digas éso, Ralph- Respondió Manny- ¡Vaya una pregunta! Cuando fuimos seleccionados por el Consejo Superior, no ignorabas los riesgos que podíamos correr, pero la experiencia realizada con animales debería bastar para tranquilizarte.
-Estoy tranquilo, Manny. Sin embargo, puse una condición para ser enviado al espacio, y era que si Mercy no nos acompañaba preferiría abstenerme. No se trataba de ninguna escapatoria, puedes creerlo. 
-Te comprendo- Respondió Manny- Mercy es tu prometida, y has preferido no abandonarla. Ésto es una delicada prueba de que la quieres.
Ralph, matrícula OZ 992, suspiró, cansado de estar atado como un salchichón.
-No es éso exactamente. He querido que Mercy compartiera el mismo peligro que yo. Si el viaje a la cuarta dimensión perturbara nuestro metabolismo, prefiero que Mercy y yo suframos los mismos efectos.
-Comprendo- repitió Manny, matrícula OD 892- Pero si no existieran los conejitos de Indias, la ciencia no podría efectuar ningún progreso. Pero me pregunto si es posible unir una relación a una carrera científica. 
-¡Oh, callaos de una vez!- Interrumpió Mercy, cuyo número de identidad era OM 293-. La prueba es que el Consejo Superior ha aceptado las condiciones de Ralph y que os acompaño en este viaje.
-Yo no he tenido nunca tiempo de enamorarme- dijo el mayor de los omnisabs-. Creo que es tiempo perdido, inútil. Una vida ya no basta para resolver todos los problemas.
-Una vida, Manny... ¿Qué es una vida comparada con varias generaciones? Aunque se multiplicara la longevidad por cien, por mil, no se lograría resolverlo todo. Una vida... es una mota de polvo en el contexto humano. Una mota de polvo como nuestra cápsula en el espacio. Algo sin importancia en el vasto conjunto. Y, sin embargo, una vida es la personalidad, la manifestación de una actividad febril, de sentimientos diversos... Es... es algo que nos pertenece. Y el amor es el equilibrio psicológico.
-Significa que estás desequilibrado- gruñó OD 892.
-¡Manny!- protestó Ralph-. ¡Lástima que esté atado a mi litera! ¡Si no fuera así, te tiraría de las orejas con mucho gusto!
-Moderad vuestras expresiones y conservad la sangre fría -Intervino Mercy-. No olvidéis que todas nuestras conversaciones, cualquier palabra, quedan registradas. No queráis que los que descifren estas cintas tengan la impresión de que sois dos adversarios cuando en realidad sois un par de buenos amigos.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Manny, que, incorporándose un poco, pudo ver a su colega por encima de Mercy.
-¿No te habrás enfadado conmigo, Ralph?
-Cada cual concible el amor a su manera. Creo que el automatismo excesivo no libera al hombre, sino que, al contrario, le ata. Si tuviéramos alguna ocupación racional no divagaríamos sobre temas que no son científicos.
-Exacto- aprobó Manny-. Nuestro papel se limita a una sencilla lectura, a un control de funcionamiento. Algo así como si fuéramos ratas encerradas dentro de una campana de cristal para hacer experimentos, sin poder intervenir para nada en ellos. Para esta clase de tests no vale la pena pertenecer a la clase "O".
-Estás en un error- rectificó Mercy-. Olvidáis lo imponderable, lo imprevisto. Supón que la cápsula no responda según los planes establecidos.
-¿Entonces?
-Entonces nos hallaríamos en una situación tal, que necesitaríamos todo cuanto sabemos para salir de ella.
-¿Así es que tú crees en lo imprevisto, Mercy?
-¿Por qué no? El mejor cálculo puede resultar erróneo. 
Ralph interrumpió repentinamente el diálogo y volvió a sus compañeros a la realidad.
-Mirad el contador de velocidad. Ya sabéis que era prácticamente nula, pero si no me equivoco, está empezando a acelerarse.
Manny y Mercy levantaron la cabeza hacia el aparato, y comprobaron efectivamente la veracidad de las palabras de Ralph.
-Es raro- dijo OD 892-. No hemos puesto en marcha los motores fotónicos; ésto es que hay algo que nos atrae.
-¿Qué puede ser?- preguntó la muchacha con ansiedad.
Ralph no respondió y apretó un botón. La pantalla panorámica se iluminó, pero en ella se veía sólamente una inmunda mancha negra en la cual se incrustaba un surco luminoso.
-Ilumina la pantalla G, Manny.
Éste obedeció, pero la nueva imagen se parecía a la anterior, la negrura del espacio surcado por nebulosas.
-Pantallas A y R- decidió OD 892, ansioso a su vez.
-Nada- Anunció Mercy, después de observar meticulosamente los televisores-. Al menos, nada aparente. En el primer momento he creído que podía tratarse de la atracción de un astro.
-Yo también he pensado lo mismo -Dijo Ralph-. Los telesondas nos dicen que estamos fuera de la zona de atracción de cualquier planeta. Sin embargo, el radar...
Ralph estudió con mayor atención las líneas concéntricas, a veces fulgurantes, del radar.
-Las ondas del radar chocan con algo, pero muy blandamente, como si se tratara de un obstáculo sin consistencia. 
-¿Una nube?- Supuso Mercy
-Sí, una sustancia de copos o fluídica, tal vez gaseosa.
-¿Qué indican los biotests?
-Partículas energéticas de alta intensidad. Incluso diría que estamos rodeados de energía.
El control de la velocidad aumentaba sensiblemente, si la situación no era todavía catastrófica, por lo menos ya era inquietante. El fenómeno no tenía explicación y ésto justificaba la inquierud.
-Velocidad: 17 Mach- Leyó Manny. Únicamente los retrocohetes podrían compensar esta atracción, de origen probablemente magnético. ¿Lo probamos?
-Probemos- asintió Ralph, deseoso de salir de dudas.
OD alargó la mano y movió una manecilla. Los retrocohetes se encendieron inmediatamente y los pasajeros de la cápsula miraron angustiosamente al indicador de velocidad.
-¡Inútil!- comentó amargamente OZ 992-. No podemos hacer otra cosa que confiarnos al destino.
La cápsula era irresistiblemente atraída hacia un lugar todavía misterioso. El minúsculo aparato al cual el Consejo Superior había confiado la vida de tres criaturas avanzaba velozmente dejando tras él un rastro luminoso. 
Los tres omnisabs, atados a sus literas e incapaces de moverse y más todavía de salir, se preguntaban si no estaban viviendo sus últimos minutos y si, de un momento a otro, un choque espantoso no destruiría la cápsula.
-¿Crees que la cápsula aguantará, Manny?
-Evidentemente, Mercy. Puede resistir enormes presiones. Pero temo un peligro mucho peor y más terrible: que nos sea imposible regresar; ésto convertiría la cápsula en féretro ambulante.
Ralph hacía rato que tenía la vista en un botón rojo. El deseo de apretarlo le atenazaba, pero no se atrevía a hacerlo, porque no le incumbía tomar la iniciativa a él.
-¿Y si pasáramos a la cuarta dimensión?
-Ralph tiene razón- Respondió Mercy-. De este modo escaparíamos a esta atracción y al peligro que representa.
-Reflexionad- sugirió Manny atinadamente-. Para pasar a la cuarta dimensión hay que establecer unos cálculos muy precisos, con peligro de perderse en el hiperespacio. Hay que tener en cuenta el factor tiempo y la distancia. Sabéis perfectamente que no es posible abandonar nuestra dimensión si no podemos determinar en qué punto nos hallamos. ¿Y cómo podemos hacerlo si vamos a esta velocidad?
OZ reconoció lo acertado del argumento y suspiró.
-Tienes razón Manny. Nuestra velocidad se acelera cada vez más. Nos atrae una fuerza colosal y los retrocohetes son inútiles. Es mejor economizar nuestro carburante atómico. La energía que rodea la cápsula se cifra en millares de electrones; esta energía, de origen cósmico, viene del vacío y es atraída al mismo tiempo que lo somos nosotros.
-Estamos sumergidos en un baño de energía a la deriva- constató Mercy, nerviosamente-. ¿Qué podemos hacer, Manny?
OD 892, el mayor, casi el responsable de los tres, no intentó disimular. Le gustaba la realidad pero no la espontaneidad. La mentira era un triste recurso que no arreglaba nada.
-No podemos hacer otra cosa que esperar. Estamos presos en nuestra cápsula, completamente impotentes, sometidos a las fuerzas que nos rodean. Tenemos tantas probabilidades de salvarnos como de perecer.
-¡Manny, eh!- gritó, de pronto, Ralph, señalando el control de velocidad-. Nos estamos inmovilizando.
El corazón de las tres cobayas del hiperespacio se detuvo durante un corto instante, pendiente de lo que iría a suceder. La inmovilidad absoluta... ¿Significaba quizás la salvación?